Encontrar desencuentro.

Una vez tuve la necesidad de buscar a alguien. Alguien a quien no había siquiera visto, pero que sabía que tal vez necesitaba un abrazo. 
Estaba en el mismo hostel que yo, por allá, cerquita de la selva. Pero aún así, no habíamos cruzado palabra.
Flor me dijo Mejor no. Hice caso, y me quedé mirando al fuego en esa noche tan fría y oscura, sintiendo cómo todo adentro también ardía. 

Meses más tarde, por esas casualidades no tan casuales, alguien me comparte una canción. Y yo camino por Avenida Corrientes casi como si mis pies no tocasen el cemento.
Y en una charla madrugada, de esas en las que fluyen relatos y preguntas cual vómito nocturno de palabras, con una gran sorpresa en nuestros ojos y con el corazón latiendo dulzura, encontramos el desencuentro. 
Era él. 
Éramos nosotros. Y no sabíamos que éramos nosotros.

Algo pasó. Una calidez inundó cada letra escrita. Y algo que estaba estancado se movió, ahí en esa parte del cuerpo donde todo duele, y también donde todo se ama.
Samaipata hizo de las suyas, nuevamente, pero esta vez a la distancia. Y nos dejó sin palabras. También magia. Y otro gran aprendizaje, tal como a ella le gusta.
"Sí, lo es, vibra intensa." - me había dicho en un momento casi místico. Y tan intensa vibró en la madrugada de ayer, tan intensa, que se convirtió en puente para que se produjera finalmente ese abrazo sanador que se había perdido en el tiempo, abrazo entre dos personas que están lejos, que siempre estuvieron lejos, pero ahora tan cerca.

Y así habló Juani (y yo me inspiré): "Desencuentros que terminan siendo encuentros tan de Cronopios que asustan.".

*Somos caminos que se cruzan y se vuelven a cruzar, una y otra vez, pero nunca sin razón.
Y menos mal.



Viernes, 6 de Marzo, 2020.
16:25.

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