Museo.

Esa tarde tenía la intención de ir a un museo.
Me tomé el 37, que me llevaba de Congreso a Recoleta, a las dos y cuarto de tarde de ese Domingo; día que era mi único día libre de la semana en ese entonces.
En el trayecto, con los auriculares puestos y Billie Holiday sonando a través de ellos, me dejé deslumbrar, una vez más, por el encanto del paisaje de la ciudad. 
No hacía un mes de mi vuelta, después de haber estado lejos por casi dos años, de los cuales los últimos seis meses, los había vivido más lejos aún, estando de viaje por el NOA y Bolivia.
Me conmovió volver a verla.
Y sí, la había extrañado, y mucho. La había extrañado, yo, que casi nunca extraño nada ni a nadie en verdad.

Bajé del bondi, con el claro objetivo de caminar directo al museo, que quedaba a unas diez cuadras de donde estaba. Pero cuando crucé la Av Figueroa Alcorta, ví que desde ella se abrían unas callecitas que se adueñaron de mi entera atención. Angostas, empedradas, mucho mucho verde, con faroles de otra época y casas muy antiguas. 
Obviamente, si veo una callecita angosta, empedrada, mucho mucho verde, con farol de otra época y casa muy antigua, no lo pienso ni dos segundos: necesito caminar por ella.
Y me sumergí entonces por completo en esos caminitos laberínticos.
Me parecía estar en otro lugar, y no en la Ciudad. Tal vez porque hacía muy poco que había vuelto, y todavía tenía la sensación de estar viajando muy a flor de piel, o tal vez porque ese lugar, al ser un barrio en el que nunca había estado, me transmitía, con sus aires a suburbio europeo, esa especie de electricidad y sensación de libertad y novedad que se siente en el cuerpo al estar en un lugar que no se conoce pero que se quiere conocer, estando lejos de casa.

Caminé observando todo a mi alrededor, casi en puntitas de pie, medio danzando, medio flotando, como cada vez que transito la ciudad. 
Y de repente, detuve mi andar. Un aroma delicioso inundaba el aire, y ví que todas las callecitas estaban desbordadas de jacarandas y jazmines. Qué placer tan placentero, jacarandas y jazmines.
Cierro los ojos, respiro hondo, sonrío. "Qué lindo". Y levanto la vista al cielo, cielo que sólo podía verse a través de ramas muy finitas y flores color lila.
Mi plan de asistir a un museo esa tarde, había fracasado.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

01.01.2021