Palabra-canción.

Una vez, una maldita o bendita vez, depende de quién lo mire y de cómo lo mire, alguien me trajo una palabra. 
Otra vez, maldita o bendita vez, ese alguien también me trajo una canción.
Y cuando alguien te trae alguna de éstas, una emoción (tal vez muchas) emerge de alguna parte del cuerpo, para luego sumergirse en ellas y volverse una. 
Cuando alguien trae experiencias tan de lo profundo, palabra-canción, acaban por pertenecer por completo a quien las trajo.
Y por ésto expreso, maldita o bendita esa vez: ahora, todas ellas, siempre, tienen su impronta. 
Despegarlas de ese ser, muchas veces puede no resultar como se espera. Difícil tarea una se encomienda.
¿Evitarlas sería una respuesta a tal desazón?
¿Pero cómo evitar, si ya tienen su rostro, aunque no he tenido el gusto siquiera de contemplarlo, en la inmensa quietud de aquellas noches compartidas?
¿Maldición? 
¿O bendición?

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01.01.2021