Revelaciones de madrugada.

Últimamente las madrugadas vienen siendo de descubrimientos:
 
Suena una canción nueva, me gusta, la guardo en la biblioteca.

Alguien escribe, yo respondo. Confesiones se disparan como fuegos artificiales de fin de año.

Se devela un secreto.
Dos.
Tres.

Anoto un pensamiento. Lo borro. Lo olvido. 
Pero a la madrugada siguiente, o a la siguiente de la siguiente, 
resurge, en contra de mi voluntad,
emergiendo con fulgor de las profundidades de ese lugar donde siempre se deposita lo que con prisa se desea olvidar. 
Se descubre. 
Aunque ya se había visto antes, sin la intención de verlo en verdad.
Entonces, 
se re-descubre.

Un recuerdo me golpea en la cara, sin que lo viera llegar. Descubro dónde fue que alguna vez me dolió.

Un nuevo amor me desvela. Y me cuenta la fantástica historia de un mundo del que no había escuchado antes nombrar.

Alguien viene, golpea la puerta de mi cuarto, la abro. Me trae novedad. Y me lleva corriendo.

Se siguen develando secretos.
Cuatro.
Cinco. 
Seis.

Vuelve un amor, para decirme lo que nunca quise oír.
Viene otro amor, para instantáneamente dejarme ir.
Reaparece otro, al que no le permito siquiera pasar.

Y entre tanto que descubro, se hicieron las cinco y treinta y seis. Y yo no puedo más. 

Pero aún así, las verdades que la noche revela, deshaciéndose de su velo desbordante en nubarrones y relámpagos, 
me cautivan. 

Diría que es casi imposible resistirse a ser seducida por la posibilidad de 
existir madrugada
y a veces, de vez en cuándo (para el mayor de mis placeres), de la mano de alguna tormenta que melodee, 
ente trueno y trueno, 
un arrorró que acune y que haga, 
al fin, 
después de tanto desvelo
y descubrimiento,
sumergir mis ojos en un sueño.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

01.01.2021