Cicatrices.

La veo ahí
sentada
en su silla de siempre.
Sus ojos
acalorados por un llanto sin lágrimas
miran fijos a la mesa
mientras una de sus manos
levanta la pava.
Un chorro de agua cae
humeante
sobre el huequito que se forma
entre la bombilla y la yerba.
Apoya la pava nuevamente
y su voz
cansada de amanecer en la noche
me pregunta
¿Querés uno, Agustina?
Por favor, respondo.
Y me lo arrima,
con mano temblorosa
mientras sus dedos sostienen 
también 
un cigarrillo.
La veo,
mientras tomo el mate,
en silencio.
Los surcos de su piel
me gritan alguna historia
llenísima
de lejanos vacíos.
Y me mira 
compasiva.
Se le escapa una sonrisa.
¿Estás bien?
Sí, abu. Estoy bien.
Y le devuelvo el mate
también 
con una sonrisa.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

01.01.2021