"Suciedad limpia".

Esta tarde el Sol iluminaba dorado. Había viento muy agradable, proveniente del Norte. Parecía que cada vez que inhalaba, el aire entraba a mi cuerpo por cada poro existente en él. Lo sentía abundante, como el cielo sobre mi cabeza cada vez que lo buscaba levantando la vista.

Mamá cortaba el pasto con esa máquina ruidosa y yo lo juntaba rastrillando con los dedos, acariciando amablemente el suelo.
El pasto y los tréboles parecían limpios. Las lluvias de los días anteriores los habían lavado, y mis manos sentían placer al tocarlos; todavía estaban húmedos. 
Ella cortaba, yo juntaba. 
Observaba mientras el espacio verde. Imaginaba una futura huerta en un costado. Pensaba en cuánto tiempo le daría el Sol durante el día y que podría ser ese el lugar ideal.
"Me gustaría un naranjo más acá", dijo papá acercándose, al verme observar esa parcelita de tierra. Creo que sabía lo que estaba pensando.
Recordó y relató tiempos de su infancia, en los que salía al patio de la casa de su abuela en búsqueda de duraznos, naranjas, mandarinas, nueces y más frutas, también verduras.
Y yo recordé que fue en esa casa, allá en Vuelta de Obligado, donde conocí las fresias, las flores que más me gustan. Sonreí más aún. Imaginé plantar algunas. 

Pensaba también, mientras rastrillaba con los dedos, que había extrañado mucho el contacto con la Tierra. Llenarme las manos de verde, o de marrón oscuro. "Suciedad limpia", me dije cuando ví mis manos teñidas de esos colores. 
Sentía paz.

Esta tarde, el Sol iluminó dorado. Hubo viento agradable, proveniente del Norte. Por un instante cerré los ojos, sonreí y respiré viento, sol y cielo con cada parte de mi cuerpo. Y miré mis pies: debajo de ellos, ví Verde.
Y pensé que no necesitaba más para sentirme completa.

Concluí que el estado de felicidad y completud se halla en esos momentos en donde una puede apreciar y amar la belleza esencial que existe en lo que comúnmente se cataloga como "simple". 

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01.01.2021