Momento para la eternidad.

En la despedida pude ver que era para siempre.
Aquellos ojos, que parecían tener mil años frente a los míos que a penas comenzaban a conocer la inmensidad, expresaban apaciblemente tanto infinito que pude comprender que todo aquello había sido sólo un momento. Un momento que más luego, más tarde, más después, se atrevió a burlar cualquier reloj que pretendió marcar un ritmo y añejar historias con el objetivo de cajonearlas en aquel estante olvidado de la biblioteca del alma; y despreocupar así cualquier indicio de tristeza por ausencia con una sincera sonrisa.
Las flores que sus manos acercaron a las mías ese día, y que luego atesoré entre mis páginas, me susurraron palabras que no pude ser capaz de oír. Tal vez por el simple hecho de haberme topado por primera vez con la inminente disolución de un vínculo nutricio, que sin lugar a dudas, ninguna de las partes así lo deseaba. 
Aquellas palabras, las habladas y también las expresadas a través de ese lenguaje silencioso que sólo nosotros podíamos comprender, quedaron haciendo eco en el aire y luego en mis sueños, para luego anclarse en mis pensamientos, retumbando por los rincones, buscando que mi conciencia le dé sentido a los hechos que le parecían injustos.
Pero los años, sabios maestros, traen siempre consigo las respuestas que una anhela tener entre sus manos para liberar y liberarse de cualquier pesar, sin importar el lugar al que corresponda en la línea del tiempo. Y se comprende finalmente el hermoso legado que aquel momento nos quiso regalar. 
Mucho sucedió entonces hasta que el silencio encontró un huequito en el cual pudo transformarse, sólo por unas horas, en un abrazo que dejó en evidencia que indudablemente todo aquello fue Justo.
Ahora sólo quisiera agregar, a modo de obvia respuesta, pero que tanto me gusta recordar:
No, no somos almas erráticas divagando en la ciudad. Somos un cúmulo de especímenes encontrándonos en la mirada del otro, intentando descubrir en ella una suerte de liviandad, de respiro, cuando la propia existencia se vuelve un tanto pantanosa pero también cuando se atreve a resplandecer en su máxima ternura.
La experiencia alumbra el presente en el que decide manifestarse, pero también ilumina, como simple consecuencia, los tiempos venideros y más allás.
El momento se convirtió entonces en eternidad.

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01.01.2021