Gitana.

21:08.

Y el día pasaba prácticamente sin movimiento. Aunque adentro se habían desatado algunos remolinos. Son días tan pero tan deprimentes que dan ganas de morirse, pensaba. Pero, ¿cómo podría una decidir semejante atrocidad? "La vida es la encarnación de lo sagrado, y la carne a veces duele", decía ella. Y yo le creía, pues sus ojos negros brillaban verdad. Pero es que no entiendo, Gitana de mi alma, cómo es posible que estos remolinos no paren, nunca. Parece que se vuelven eternos y a veces les gusta transformarse en huracanes, le respondía yo, con la mirada perdida en aquella escena en la que el Sol decidía crear con su luz y sombra extrañas formas en los cerros. Y la Gitana me miraba fijo el alma, con esos ojos negros que brillaban verdad. Y con sus manos me acariciaba el pelo, con sus labios me besaba la frente, y yo me quedaba en ellos y ella conmigo, hasta que el Sol desaparecía por completo después de teñir el cielo de luces de colores que no había visto jamás. Entonces los remolinos se convertían en brisas suaves, al menos por un rato, al menos por ese rato. Y la Gitana sonreía, pues bien lo sabía.



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01.01.2021