En el estante más bonito.

Me da cosa no haber sentido nada en su momento, al descubrir aquella verdad, aunque confieso que me puso contenta ver que mi sistema nervioso reaccionó con calma, amor y desapego.
Y ahora entiendo mejor, que el tiempo pasa y nos vamos olvidando un poco de cómo fue, de cómo se sentía en verdad. Nos olvidamos. Cerramos una historia, para empezar otra.
Pienso que muy en el fondo, al encontrarse con un presente extraño y alterado, de alguna forma nos terminamos recordando. En un silencio distante, que dura a penas unos segundos, nos recordamos. Tal vez con una sonrisa, o al menos eso espero, así me gustaría más. Y ahí es donde aflora la emoción y quizás una lágrima termine por recorrer alguna mejilla al recordar tanta historia pasada hecha realmente pasado, tan lejano y enajenado. 
Qué extraño es.
Qué extraño que es el tiempo, que hace que nos olvidemos. 
Qué extraño e inevitable es entonces, olvidarse. 
El corazón pesa de lo extraño, pero se aliviana al entender que así es el tiempo, así son las relaciones, incluso las más largas e importantes. 
Y finalmente así es la vida: un loop de ciclos que empiezan y terminan, hasta el infinito. 
Yo no me arrepiento de nada, mucho menos de olvidar. Supongo que olvidar es algo que se da de forma casi automática, sin consciencia de que así acontece. Porque es como un buen libro. Lo leíste entero, y lo disfrutaste. Luego lo dejaste en un estante bonito y desde la silla más cómoda de tu living alcanzas a verlo. El tiempo pasa. Y el libro termina pasando desapercibido en lo cotidiano de los días. Y más tiempo pasa, más se olvida, aunque de vez en cuando lo veas de reojo al pasar. Y llega un momento dado, en el que los detalles y la historia en sí se ven desdibujados en tu mente, y pasan a ocupar un lugar en ella que no recordas que existe. 
Un día, mientras te preparas un mate y te dispones a limpiar aquellos estantes ya cubiertos por algo de polvo, tomas el libro entre tus manos. Y por qué no abrirlo, ojearlo un poco, pues lo has disfrutado en su momento. Y te reencontraste de lleno con la historia, con los detalles, con lo que te hizo sentir en el momento en el que lo leíste. Ojeas algunos capítulos, los primeros que se te vienen a la mente y mientras pasas las hojas, una tras otra, descubrís y redescubrís nuevas líneas. Nuevas, sí, porque ya no sos la misma persona que antes y la comprensión de aquellas puede verse completamente transformada, diferente. Y cuánta emoción. Caes en la cuenta: cuánto vivido. La mente de repente se vuelve una catarata de recuerdos y sensaciones bonitas. Y te sorprendes dentro un largo suspiro. Y cerras el libro, porque fue suficiente. Y sonreís, por recordar lo olvidado. Y luego seguís con tus quehaceres, con tu vida, en calma, en tu presente. Y no te pesa, nada te pesa. Recordar hoy es sinónimo de sonrisa (eso se celebra). Y olvidar... Olvidar es la prueba de que el tiempo pasa, que las elecciones y decisiones siempre tienen resultados, que lo que alguna vez dolió hoy se encuentra sano y perdonado, y que la vida es, finalmente, un loop de ciclos, que empiezan y terminan, terminan y empiezan, y así, hasta el infinito. 
Y sí, así también está bien.




(Y me sonríe el corazón
al verte amar
y ser feliz)

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01.01.2021